Un hombre caminaba por el bosque y encontró una piedra brillante. No era oro ni tenía forma perfecta, pero la guardó. Durante años, cada vez que la veía, imaginaba lo que podría hacer con ella: una joya, una herramienta, una historia. Un día, se atrevió a tallarla. No sabía cómo terminaría, pero comenzó. Y esa piedra, imperfecta y olvidada, se convirtió en el centro de una pieza única.
Así funcionan las ideas: aparecen sin aviso, esperan en silencio, y solo toman forma cuando alguien se atreve a comenzar.
Pero ¿qué es realmente una idea? No es solo una ocurrencia repentina. Es una conversación interna entre lo que sabes, lo que sentiste, lo que viste y lo que aún no entiendes del todo. Es memoria mezclada con emoción. Estímulo con intuición. Las mejores ideas suelen llegar en momentos simples: lavando los platos, caminando sin rumbo, escuchando algo sin prestarle tanta atención. Son como visitantes tímidos que tocan la puerta bajito. Si estás muy ocupado haciendo ruido, no las escuchas.
La mayoría de las personas cree que la creatividad es para unos pocos. Como si fuera un talento reservado a los artistas o los genios. Pero todos nacemos creativos. Solo que con los años, y con ciertas estructuras, se va apagando. Se vuelve tímida. Y cuando no se ejercita, se oxida.
En SJ Media Group lo vemos con frecuencia. Llega alguien diciendo “yo no soy creativo” y, sin darse cuenta, al conversar, comienza a contar una historia increíble. Una vivencia, una visión, una emoción que nunca había dicho en voz alta. Lo que pasa es que la creatividad no siempre se muestra como una gran idea. A veces es solo una pregunta. O una duda que no te deja quieto.
Crear no es un camino limpio. No es un proceso ordenado ni lineal. Hay momentos de inspiración donde todo fluye, pero también hay etapas donde nada se siente claro. Donde hay ruido mental, frustración o simplemente silencio. Y sin embargo, todo eso forma parte del proceso. Lo invisible también trabaja.
Cuando una idea llega, no siempre es porque estabas buscándola. A veces aparece porque te detuviste, porque dejaste espacio. Y eso es clave. Para que algo nuevo entre, necesitas abrir espacio. Espacio mental. Espacio emocional. Espacio físico. Como cuando limpias una mesa antes de empezar a escribir.
La creatividad se cultiva en los márgenes. En lo inesperado. En la conversación con alguien que piensa distinto. En el libro que no sabías que ibas a disfrutar. En el error que luego se vuelve estilo. Por eso siempre recomendamos a los creadores que se den permiso de explorar, de equivocarse, de crear sin presión de resultado.
Lo que se ve en redes, en una campaña o en un podcast bien producido, es solo la punta del iceberg. Detrás de cada pieza hay decisiones, dudas, vueltas atrás y, sobre todo, intención. La intención es lo que le da peso a la forma. Sin intención, el contenido es solo decoración.
Por eso, en SJ, cada proyecto lo trabajamos con propósito. No solo por estética, sino por sentido. Porque creemos que una buena idea puede transformar no solo lo que se ve, sino lo que se siente. Lo que se comunica. Lo que deja huella.
Si tienes una idea rondando en tu cabeza, algo que no sabes si es válido o si vale la pena, lo más probable es que sí. Lo importante no es que esté lista. Lo importante es que la escuches. Porque las ideas no llegan completas. Se completan cuando alguien decide comenzar.
Hi, this is a comment.
To get started with moderating, editing, and deleting comments, please visit the Comments screen in the dashboard.
Commenter avatars come from Gravatar.